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     El protagonista de esta novela, nace en Bañaderos

en 1939 recién acabada la Guerra Civil Española en el seno

de una familia modesta y católica. Tuvo la suerte de creceren un ambiente de pueblo rodeado de amigos de todas las clases sociales. Al estar su casa ubicada en las cercanías de una carpintería y de una herrería, estas fueron actores muy importantes en la formación del carácter del pequeño.

 

     La carpintería sobre todo fue su segundo hogar. Dotado de gran inteligencia y habilidad, sus amigos lo auparon a la jerarquía de jefe.

 

     Más que una novela, se trata de una serie de relatos sucedidos a lo largo de la infancia y juventud de PAPE hilvanados con los sentimientos de un amor juvenil. Personajes importantes en estas historias –además de sus padres, sus hermanos ( disfrazados de amigos), del maestro don Juan Segura y de don Hilario el cura-, son la niñera Petra a la que el niño cariñosamente llama PE, y su tío Pedro, secretario del ayuntamiento de Las Palmas.

 

     PAPE utiliza los lugares típicos de su pueblo para llevar a cabo sus aventuras. El autor describe en esta novela los sitios donde fue feliz en compañía de sus amigos: La Iglesia, La Plaza, Los Charcones, Las Coloradas, El Risco, el Lomo de Quintanilla, los pesqueros de La Hondura, La Fuente, La Máquina del Porrón y muchos lugares más.

 

     De alguna forma PAPE es una parte de la vida del autor. Puede decirse que es una autobiografía algo manipulada, pero bastante real.

Novela en preparación:

EL HIJO DEL CACIQUE

 

CAPÍTULO 1:  LA HERIDA DE GUERRA

 

      Juan Bautista Hernández del Castillo, como le sucedía todos los años al llegar el otoño, se sentía fatigado y no tenía intención de dejar la cama hasta pasados unos días, cuando estuviese más aliviado. Empezaba el mes de octubre del año 1957. A sus 38 años de edad, administraba los almacenes de plátanos de Bañaderos, además de muchas fanegadas de plataneras que abarcaban desde el Hinojal hasta Quintanilla que su padre con sesenta y seis años cumplidos, cansado de tanto ajetreo, ya había puesto en sus manos. Las más de cien personas entre hombres y mujeres que trabajaban para él lo apreciaban de verdad. Todos los trabajadores tenían conocimiento de la dolencia de don Juan Bautista. Al llegar el otoño sabían que un día u otro el joven jefe faltaría al trabajo un par de semanas, como le ocurría siempre al acabar el verano, obligando a su padre a hacerse cargo de la empresa. La dichosa bayoneta que le había atravesado el pulmón en julio de 1936, hacía más de veinte años, se le volvía a clavar dolorosamente año tras año nada más empezar el otoño.“Ese hijo de su madre me jodió bien jodido”, repetía una y otra vez sin poderse dar vuelta en la cama porque le venía la tos”.Doña Mercedes -su sufrida y resignada esposa -le pedía que por favor no maldijese ni blasfemase, que ella no podía soportar tantos improproperios...(Continúa)

 

 

 

ALGUNOS FRAGMENTOS DE "PAPE, UN NIÑO DE BAÑADEROS"

 

Página 15 - El bautizo

 

     Don Pedro había llegado a Bañaderos después de muchas horas de sufrimiento a través de carreteras desbaratadas y angustiosas para dos cosas importantes: la primera, bauti­zar a su sobrino; la segunda, que el recién nacido llevara su nombre, esto ante todo. Al tercer día de la llegada de don Pedro al pueblo, se anunció el bautizo y la situación comenzó a ponerse fea para el ciuda­dano cuando Angelita, desde la mecedora, llamó a Petra:

 

—Vete a casa de mi amiga Celia y dile que tenga lista la tarta para mañana, y que grabe con letras azules el siguiente mensaje: «Bienvenido a casa, Pablito». Recuérdale que no falten ni ella ni sus hermanas a la celebración, que será aquí, después del bautizo.

 

     Al escuchar semejante disparate de nombre, don Pedro saltó de la banqueta como si le hubiesen pinchado el trasero con una aguja de coser sacos.

 

—¿Cómo que Pablito? —protestó alarmado—. ¡Que la tarta ponga Pedro o Pedrito, que es como va a llamarse mi ahijado!.

 

Página 57 - El primer amor de Pape

 

     A los cinco años de edad, Pape era un chico fuerte y bien parecido. Las niñas cincoañeras comenzaban a mirarlo con cierto interés. Su madre lo notaba cuando iban a misa de once los domingos. Siempre el mismo grupito se colocaba lo más cerca posible de ellos, en el banco de atrás. A Angelita le desagradaba esa tendencia enamoradiza de las chiquillas a una edad tan temprana, pero la consolaba ver que su hijo era indiferente a todas estas cosas. «Los niños se desarrollan sexualmente más tarde, está demostrado», pensó para sí. Lo que más preocupaba a doña Ángeles eran las miraditas y sonrisitas de una chiquilla rubia, monita y de trenzas bien moldeadas que se acercaba demasiado a Pape. Una vez observó que le tiraba del pelo y no aguantó más:

 

—Pape, ¿quién es la rubia? —le susurró al oído.

     Pape miró de reojo:

—Hay dos.

     Angelita volvió la cabeza y comprobó lo dicho por su hijo.

—Me refiero a la que tienes pegada al cogote.

—Josefina —le informó Pape bajando la voz.

—¿Y de qué la conoces?

—Del colegio.

—¿Y dónde vive?

—En El Rodadero —concretó Pape.

     La respuesta dada por su hijo con tanto detalle sorprendió a la madre, que estaba al borde del infarto. ......

 

Página 87 - La confesión de Pape

 

- ¿Por qué se fueron de la iglesia? Dime la verdad. Ante Dios no puedes mentir.

—Fue culpa mía. Yo les pedí a todos que nos fuésemos.

—¿Fue por la catequista suplente?

—Sí, padre. La catequista era la madre de Josefina.

—Háblame de Josefina, Pape.

—Es mi novia y a doña Aurora no le gusto. Me tiene rabia. Por eso nos fuimos.

El cura miró al Cristo del altar y se santiguó: «Señor, no esperaba que un niño de seis años tuviese novia. Perdóname si te molesta que le haga las preguntas que normalmente formulo a un chico mayor».

—¡Ah! Cuéntame más cosas.

—¿Qué cosas quiere que le cuente?

—Si eres bueno con Josefina, de qué hablan, lo que le haces…

—¿Qué le puedo hacer, padre Hilario?

—A eso no te voy a contestar. Yo soy el que pregunto. ¿Le haces algo, Pape?

—Cuando estamos solos, la beso.

Confesarse con don Hilario era un peligro si había mucha gente en la iglesia, y mucho peor si las chismosas del pueblo estaban instaladas cerca del confesionario, como de costum­bre.....

 

Página 316 El Teléfono

 

—¿Quién era?

—No lo sé, mamá.

—¿No era Puri?

—No, me dijo que era una chica mayorcita.

—¿Y qué quería?

—Hablar con papá. Le pregunté si tenía que curarle algo y me dijo que sí, pero no podía decirme el qué porque todavía soy pequeño. Luego se echó a reír y colgó.

Angelita se dirigió a la cajita blanca que el hombre había instalado en la pared, agarró el cable de espirales y de un tirón lo desprendió de su sitio. Se echó el aparato bajo el brazo, bajó las escaleras y se dirigió al despacho de su marido. Como en ese momento no estaba, lo dejó sobre la camilla de las curas. «Mayorcita y con voz de niña», repetía una y otra vez.

Algo se le venía a la mente. Angelita le daba vueltas…, y vueltas…, y vueltas… De pronto, se levantó del banco:

—Pape, ¿cómo era su risa?

—No te entiendo, mamá.

—¿Se reía diciendo «Ja, ja, ja… Jo, jo, jo…» o cómo?

—Ji, ji, ji…, mamá. Se reía así. Estoy seguro. ...

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